Por Luis J. Grossman
Aquellos lectores que siguen esta columna desde hace años pueden atestiguar que el tema de la peatonalidad fue tratado en forma reiterada hasta el punto de parecer tendenciosa. Como un dato sólo referencial, 12 años atrás, el 27 de setiembre de 1995, se publicó "Envidia de un porteño en Mendoza", y poco después, "Peatones del mundo, ¡uníos!"
En días recientes tuve la sensación de que entre nosotros todavía no se ha asimilado la noción de lo peatonal. El sábado último, se pudo leer en LA Nacion un título tan insólito que su lectura causaría hilaridad en sociedades con una módica cultura urbana. Quieren regular cómo caminar por calles peatonales , rezaba el encabezado, y a continuación aclaraba: multa para quien no vaya por la derecha.
La iniciativa lleva la firma del diputado porteño Abelardo García, y revela el ya aludido desconocimiento del significado de lo que conlleva la idea de peatonalidad. Lo que no resulta raro en una ciudad que, a pesar del ponderable desarrollo de sus espacios públicos, de la creación relativamente cercana de varias arterias peatonales, sólo exhibe esa calificación con propiedad en muy pocos casos: el área de la Recoleta, frente a la iglesia del Pilar; la cuadra de la Diagonal Norte, entre Cerrito y Libertad; la nueva configuración de Tres Sargentos y la curva de Enrique Santos Discépolo. Ni Florida ni Lavalle son calles peatonales, sólo se pueden denominar corredores para caminantes o, como los definí años atrás, autopistas para peatones.
Para ser claros
El que quiera observar con claridad a qué me refiero como lo opuesto al concepto de peatonal puede acercarse a la cuadra de la calle Lavalle comprendida entre 25 de Mayo y Leandro N. Alem. En ese segmento se eliminaron las veredas, se armó una escalera y el resto sigue la pendiente original que salva el desnivel entre las dos arterias mencionadas. No hay bancos ni plantas, ni el mobiliario mínimo para considerar esa cuadra como parte de una calle peatonal. Con una mínima preocupación proyectual se pudo dotar a ese sitio de características de lugar urbano, con plataformas escalonadas a modo de áreas de descanso, encuentro y conversación, incluso aptas para servir como miradores hacia la zona costera.
Por el contrario, lo único que se tuvo en cuenta -en coincidencia con el criterio expuesto ahora por el legislador mencionado- es la función de circular, nada más. Y si nuestro cronista se traslada a una de las zonas antes citadas como ejemplos de auténtica peatonalidad, comprobará los atributos que justifican esa denominación. Y se los podrá explicar al diputado García: libertad de circular o estar parado, pasear o vagar a la deriva sin rumbo fijo, mirar vidrieras, sentarse a descansar, a leer o a tomar algo, solo o acompañado.
Me imagino qué pasaría si se dispusiera en la Plaza San Marco, en Venecia, una regulación que estipulara caminar solamente por la derecha; o en la Via Condotti, en Roma, o mucho más cerca, en la calle Córdoba, en Rosario. Por favor, tratemos de no caer en el ridículo.
Fuente: La Nación, miércoles 26 de Septiembre de 2007.-
miércoles, 26 de septiembre de 2007
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