viernes, 31 de agosto de 2007

CARTA DE BRASILIA

Documento Regional del Cono Sur sobre AutenticidadArgentina, Brasil, Chile, Paraguay, Uruguay

Introducción

Los miembros de los países del Cono Sur sentimos la necesidad de plantear el tema de la autenticidad desde nuestra peculiar realidad regional, que difiere de la de los países europeos u orientales con una larga tradición como naciones, dado que nuestra identidad sufrió cambios, imposiciones, transformaciones, que generaron dos procesos complementarios: la conformación de una cultura sincrética y de una cultura de resistencia.
Si partimos de que la actividad humana de conformar el ambiente que nos rodea ha sido caracterizada, algunas veces, como la imagen de la realidad de una sociedad expresada a través de bienes tangibles e intangibles, deberíamos comenzar por analizar nuestros modos de organizar esas imágenes.
Verificamos de inmediato que, en ese proceso, siempre operamos en dos direcciones básicas : la identidad y la diferencia. Así ordenamos e interpretamos nuestras acciones sobre la naturaleza y la sociedad. Sembramos nuestros cultivos, construimos nuestras casas, nuestras ciudades, nuestros paisajes ; escribimos nuestros libros, pintamos nuestros cuadros. A cada una de ellas le asignamos un significado y un valor y, de ese modo, vamos conformando nuestra cultura, entendida como el conjunto de acciones creativas de una sociedad. Así vamos atesorando nuestro patrimonio cultural.

Autenticidad e Identidad

Decía Juan Bautista Alberdi, a mediados del siglo pasado : “Seguir el desarrollo es adquirir una civilización propia, aunque imperfecta, y no copiar las civilizaciones extranjeras, aunque adelantadas. Cada pueblo debe ser su edad y su suelo, cada pueblo debe ser él mismo...”
En el caso de nuestros pueblos latinoamericanos, y más específicamente, de los que conforman el Cono Sur, es posible distinguir varias herencias. La primera deriva de las culturas precolombinas, es el aporte indígena ; la segunda, es el legado europeo inicial ; la tercera fue la criolla y la mestiza, a la que se suma el aporte africano y, finalmente, la cuarta, con el legado de la diversas inmigraciones iniciadas a fines del último siglo (siglo XX).
Estas herencias, como nuestros genes, están siempre presentes en forma de cosmovisiones o valores, aunque solo tratemos de exaltar una p alguna de ellas en desmedro de las demás. Debemos tomar conciencia de todas ellas, conquistar con esfuerzo su comprensión, su conocimiento, su aceptación.
La autenticidad de esos valores se manifiesta, se apoya y se conserva en la veracidad de los patrimonios que recibimos y que legamos. Con ello, estamos afirmando que ese grado de autenticidad que presupone cada legado debe ser dimensionado en función de esas herencias.
La identidad la entendemos como forma de pertenencia y de participación. Por eso, somos capaces de encontrar nuestro lugar, nuestro nombre o nuestra figura, no por oposición, sino porque descubrimos vínculos reales que nos atan al destino de las personas con las que compartimos una misma cultura.
Lo anterior nos lleva a plantear algunas preguntas que debemos responder : ¿a dónde pertenecemos y de qué participamos ? Es así que, la pregunta sobre la pertenencia nos enfrenta a la búsqueda de la identidad histórica, a la valoración de la tradición cultural de nuestros pueblos, los que se enfrentan en forma indisoluble a una doble pertenencia que viene, sin duda alguna, a hacer aún más compleja la búsqueda de la propia identidad.
El tema de la Autenticidad pasa entonces por el de la Identidad, que es cambiante y dinámica y que puede adaptar, valorizar, desvalorizar y revalorizar los aspectos formales y los contenidos simbólicos de nuestros patrimonios. En un mismo país no existe una única identidad y pueden existir identidades que entran en conflicto. Las identidades nacionales en continuo proceso de conformación, hace que no se puedan establecer criterios únicos e invariables para lo “auténtico”.
Se debe caracterizar la composición diversificada de la identidad de nuestros países, que no es jerárquicamente inferior a la homogeneidad de otras culturas.
Tenemos que reconocer los valores de las mayorías y de las minorías ; no solo los de las culturas dominantes, sino también los de las formas de resistir a esas fuerzas. Las diversas vertientes que integran una sociedad presentan lecturas diferentes de tiempo y de lugar igualmente válidas, que deben ser consideradas en el momento de juzgar la autenticidad.

Autenticidad y Mensaje

El significado de la palabra autenticidad está íntimamente ligado a la idea de verdad ; es auténtico aquello que es verdadero, que se da por cierto, que no ofrece dudas. Los edificios y sitios son objetos materiales, portadores de un mensaje o argumento cuya validez, en el marco de un contexto social y cultural determinado y de su comprensión y aceptación por parte de la comunidad, los convierte en patrimonio. Podríamos decir, en base a este principio, que nos hallamos ante un bien auténtico cuando existe correspondencia entre el objeto material y su significado.

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